Chen Mingde es sacerdote católico. Ve que la Iglesia católica está cada vez más desolada y oscura, y que hasta los obispos y los otros sacerdotes han cedido ante el Gobierno al incorporarse a la Iglesia de las Tres Autonomías. Esto le resulta muy doloroso y decepcionante. Mientras busca con gran empeño una iglesia que tenga la obra del Espíritu Santo, de pronto oye hablar del evangelio de Dios Todopoderoso. Tras leer buena parte de las palabras de Dios Todopoderoso, reconoce que son la voz de Dios y que Dios Todopoderoso es el regreso del Señor Jesús, y lo acepta gozoso. Sin embargo, para sorpresa de Chen Mingde, una vez que los obispos y los otros sacerdotes descubren esto, hacen todo lo posible por condenarlo y evitar que acepte a Dios Todopoderoso. Llegan a enviar a gente a destrozar la iglesia que él tutela, con la finalidad de forzarlo a abandonar el camino verdadero. Chen Mingde contempla los rostros satánicos, de odio por la verdad y resistencia a Dios, de los obispos y sacerdotes, y renuncia a su puesto de sacerdote, abandona la Iglesia católica y, de manera activa, empieza a predicar y dar testimonio del evangelio del reino de Dios. Guía a muchos a volverse hacia Dios Todopoderoso y empieza a sentirse muy satisfecho de sí mismo, por lo que a menudo presume de cuánto ha trabajado y sufrido para ganarse la admiración de los hermanos y hermanas. Su carácter arrogante es cada vez más exagerado: sermonea con altivez a otras personas, hace lo que le da la gana y no escucha consejos. A consecuencia de esto, termina detenido en una reunión. Comienza a hacer introspección tras sufrir la tortura y el lavado de cerebro brutales del Partido Comunista. Con la revelación de las palabras de Dios, descubre que es sumamente arrogante y carente de razón, que aspira a hacerse un hueco en el corazón de los demás y que va por la senda de un anticristo. Sin el juicio, el castigo y la disciplina de Dios, sin duda habría perecido por resistirse a Él. Chen Mingde aprende algunas verdades por medio del juicio y la purificación de las palabras de Dios, y su carácter corrupto se purifica y transforma un poco. Siente que ha aprendido mucho y que, en verdad, está asistiendo al banquete del reino de los cielos.