Palabras diarias de Dios: La encarnación | Fragmento 105

21 Abr 2021

El Dios encarnado se llama Cristo y Cristo es la carne que se viste con el Espíritu de Dios. Esta carne es diferente de cualquier hombre que es de la carne. La diferencia es porque Cristo no es de carne y sangre, sino que es la personificación del Espíritu. Tiene tanto una humanidad normal como una divinidad completa. Su divinidad no la posee ningún hombre. Su humanidad normal sustenta todas Sus actividades normales en la carne mientras que Su divinidad lleva a cabo la obra de Dios mismo. Sea Su humanidad o Su divinidad, ambas se someten a la voluntad del Padre celestial. La esencia de Cristo es el Espíritu, es decir, la divinidad. Por lo tanto, Su esencia es la de Dios mismo; esta esencia no interrumpirá Su propia obra y Él no podría hacer nada que destruyera Su propia obra ni tampoco pronunciaría ninguna palabra que fuera en contra de Su propia voluntad. Por lo tanto, el Dios encarnado nunca haría alguna obra que interrumpiera Su propia gestión. Esto es lo que todos los hombres deben entender. La esencia de la obra del Espíritu Santo es salvar al hombre y es por el bien de la propia gestión de Dios. De manera similar, la obra de Cristo es salvar a los hombres, y lo es por causa de la voluntad de Dios. Dado que Dios se hace carne, Él realiza Su esencia dentro de Su carne de tal manera que Su carne es suficiente para emprender Su obra. Por lo tanto, toda la obra del Espíritu de Dios la reemplaza la obra de Cristo durante el tiempo de la encarnación y en el corazón de toda la obra a través del tiempo de la encarnación está la obra de Cristo. No se puede mezclar con la obra de ninguna otra era. Y ya que Dios se hace carne, obra en la identidad de Su carne; ya que viene en la carne, entonces termina en la carne la obra que debía hacer. Ya sea el Espíritu de Dios o el de Cristo, ambos son Dios mismo y hace la obra que debe hacer y desempeña el ministerio que debe desempeñar.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La esencia de Cristo es la obediencia a la voluntad del Padre celestial

La esencia de Cristo obedece a la voluntad del Padre celestial

La esencia de Cristo es el Espíritu, Su esencia es la divinidad. La esencia de Cristo es la de Dios, que jamás interrumpirá Su obra. Él no podría hacer nada para destruir Su propia obra. No podría decir palabra alguna contra Su voluntad. Dios encarnado no haría una obra que detuviera Su propia gestión. Dios carece de rebeldía; Su esencia es solo buena. Expresa belleza, bondad y amor. Aún en la carne, obedece al Padre. Aún a costa de Su vida, siempre estará dispuesto al sacrificio.

Dios no tiene prepotencia; engaño o arrogancia. Aún si la carne es débil, no interrumpirá jamás la obra de Dios. No abandonará la voluntad del Padre por ninguno de Sus desafíos. Preferirá sufrir dolor en la carne que traicionar la voluntad del Padre. El hombre toma sus decisiones, pero Cristo nunca elegirá eso. Aunque tiene la identidad de Dios, sigue la voluntad del Padre, cumple lo que Dios le confió en la carne. Esto es inalcanzable para el hombre.

Todos los hombres menos Cristo pueden oponerse a Dios. Nadie puede directamente asumir la obra de Dios; nadie puede asumir Su gestión como si fuera un deber propio. Someterse a la voluntad del Padre es la esencia de Cristo. Pero desobedecer a Dios es rasgo de Satanás. Los dos son incompatibles. Quien tenga rasgos de Satanás no podrá llamarse Cristo. El hombre no puede hacer la obra de Dios, porque el hombre no tiene Su esencia. El hombre opera por sus intereses, su futuro, mientras que Cristo cumple la voluntad de Su Padre.

Adaptado de La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La esencia de Cristo es la obediencia a la voluntad del Padre celestial

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